Había una vez, hace mucho, muuucho tiempo, una hormiguita muuuy, pero muuuy chiquitita que se llamaba Chiquita. Era una hormiga muy vivaracha y le gustaba comer hojitas y correr en la pradera. Pasaba sus días jugando y corriendo, corriendo y jugando.
Pero un día, correteando por el bosque, se encontró con un bicho raro, muuuy raro, era gigante, tenía solo dos patas con las que caminaba (Nota del Autor: obvio) y vestía de blanco. Chiquita se acercó temerosa a una de sus enormes patas y le gritó:
- Hola ¿quién eres?
- Hola - le respondió - soy un hombre y mi nombre es Químico. (Nota del autor: el tipo tenía un oído excelente)
- Químico! ¿qué nombre más extraño? Le respondió la hormiga. ¿de dónde vienes?
- Vengo de otra parte del bosque, se llama 47 y 115* y allí hay muchos como yo; somos personas (Nota del autor: ?????) dedicadas a encontrar y crear los materiales más maravillosos, para que todos los habitantes del bosque puedan vivir mejor con ellos. (Nota del autor: Se recuerda que el presente escrito se trata de una obra de ficción).
- ¿Y qué haces por estos lares? Volvió a preguntar el himenóptero (Nota del Autor: la hormiga).
- Estoy buscando un balón, le respondió el químico.
- ¿un balón? ¿es que acaso juegas a la pelota? Consultó Chiquita.
- Nooo - dijo el hombre - un balón es un recipiente esférico de vidrio en el que normalmente se colocan líquidos.
- Eso a mí me suena a botella - comentó Chiquita, un poco incrédula, pero sin embargo decidió ayudar al extraño - Te propongo ir a consultar a mis amigos del bosque a ver si pueden ayudarte.
Y así fueron a ver al Oso Pegajoso, el Buho Cabezón, la Ardillita Tripera y el Mono Navarro Montoya, pero ninguno los pudo ayudar. Finalmente fueron a consultar al León Sabio (Nota del Autor: Entiendo que resulte poco creíble la presencia de un león en un bosque, visto que se trata de un felino oriundo de llanuras con pastizales, pero si se creyeron lo que escribí antes sobre los químicos no creo que tengan problema con esto).
- ¿y para qué quieren ese "balón"? preguntó el León.
- Es que deseo mezclar unos líquidos y agitarlos en él - le respondió - para eso también se necesita de un buzo.
- ¿buzo? ¿tienes frío? Puedo decirle a Doña Leona que teja una bufanda.
- Noooo, je, je, je - comentó sonriendo el químico con menos paciencia - no me refiero a ese tipo de buzos.
- ¿pero acaso ese "balón" que buscas es tan grande que en su interior puede entrar una persona con tubo de aire y escafandra? - Volvió a preguntar la hormiguita que para esa altura lo debería tener podrido.
El hombre sacó de su bolsillo una pequeña pieza cilíndrica de metal cubierta por un plástico blanco y la sostuvo con dos de los dedos de una de sus dos manos.
- Esto es un buzo - señaló el químico a la hormiga y el León.
- Lo que sucede - comentó el felino - es que eso que tu llamas buzo, nosotros en el bosque lo llamamos supositorio.
El químico no lo resistió y se dirigió hacia la salida con ganas de usar realmente su buzo como supositorio, y solo se vio impedido de hacerlo debido a que resultaba extremadamente grande para usarlo con la hormiga y extremadamente peligroso para su uso en el león. Chiquita (que realmente era bastante pesada) lo siguió, gritándole:
- No huyas químico, no huyas, aún puedo ayudarte a encontrar lo que buscas.
Y entonces lo condujo a un lugar que muy pocos conocían aparte de las hormigas, un lugar donde se decía se podía encontrar la sabiduría y el conocimiento completo con solo un suspiro (Nota del Autor: No se trata de ninguna Facultad), un lugar aislado, de difícil acceso en el que se encontraban un millar de hormigas sentadas y calladitas en fila.
- Aquí es - dijo la hormiga - haz tu pregunta y todas te responderán como un solo ente en comunión, ellas se encuentran en su estado más alto de concentración (Nota del Autor: Tratándose de hormigas no debería ser taaaan alto).
- Bueno - respondió el hombre, con su paciencia a punto de agotarse - es que solo deseo obtener un poco de ácido.
- ¿Ácido? - Respondieron todas las hormigas al unísono - ¿todo eso es para comer un caramelo?.
Y el Químico no resistió más, tomó con sus manos unas rocas del tamaño de un adoquín que se encontraban amontonadas cerca del lugar y comenzó a aplastar una por una a las hormiguitas. Finalmente y diciendo:
- Estos bichos que hablan me tienen podrido.
Agrupó a todas las inmóviles y pobres hormiguitas (Nota del Autor: No digo que son sus cadáveres porque se trata de un cuento para niños) y, haciendo gala de habilidades que solo un químico posee, extrajo el ácido fórmico y volvió a su hogar, feliz, con su ácido, silbando bajito y caminando por el bosque.
Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.
*La Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP se ubica en una zona de La Plata concoida como "El Bosque".
Pero un día, correteando por el bosque, se encontró con un bicho raro, muuuy raro, era gigante, tenía solo dos patas con las que caminaba (Nota del Autor: obvio) y vestía de blanco. Chiquita se acercó temerosa a una de sus enormes patas y le gritó:
- Hola ¿quién eres?
- Hola - le respondió - soy un hombre y mi nombre es Químico. (Nota del autor: el tipo tenía un oído excelente)
- Químico! ¿qué nombre más extraño? Le respondió la hormiga. ¿de dónde vienes?
- Vengo de otra parte del bosque, se llama 47 y 115* y allí hay muchos como yo; somos personas (Nota del autor: ?????) dedicadas a encontrar y crear los materiales más maravillosos, para que todos los habitantes del bosque puedan vivir mejor con ellos. (Nota del autor: Se recuerda que el presente escrito se trata de una obra de ficción).
- ¿Y qué haces por estos lares? Volvió a preguntar el himenóptero (Nota del Autor: la hormiga).
- Estoy buscando un balón, le respondió el químico.
- ¿un balón? ¿es que acaso juegas a la pelota? Consultó Chiquita.
- Nooo - dijo el hombre - un balón es un recipiente esférico de vidrio en el que normalmente se colocan líquidos.
- Eso a mí me suena a botella - comentó Chiquita, un poco incrédula, pero sin embargo decidió ayudar al extraño - Te propongo ir a consultar a mis amigos del bosque a ver si pueden ayudarte.
Y así fueron a ver al Oso Pegajoso, el Buho Cabezón, la Ardillita Tripera y el Mono Navarro Montoya, pero ninguno los pudo ayudar. Finalmente fueron a consultar al León Sabio (Nota del Autor: Entiendo que resulte poco creíble la presencia de un león en un bosque, visto que se trata de un felino oriundo de llanuras con pastizales, pero si se creyeron lo que escribí antes sobre los químicos no creo que tengan problema con esto).
- ¿y para qué quieren ese "balón"? preguntó el León.
- Es que deseo mezclar unos líquidos y agitarlos en él - le respondió - para eso también se necesita de un buzo.
- ¿buzo? ¿tienes frío? Puedo decirle a Doña Leona que teja una bufanda.
- Noooo, je, je, je - comentó sonriendo el químico con menos paciencia - no me refiero a ese tipo de buzos.
- ¿pero acaso ese "balón" que buscas es tan grande que en su interior puede entrar una persona con tubo de aire y escafandra? - Volvió a preguntar la hormiguita que para esa altura lo debería tener podrido.
El hombre sacó de su bolsillo una pequeña pieza cilíndrica de metal cubierta por un plástico blanco y la sostuvo con dos de los dedos de una de sus dos manos.
- Esto es un buzo - señaló el químico a la hormiga y el León.
- Lo que sucede - comentó el felino - es que eso que tu llamas buzo, nosotros en el bosque lo llamamos supositorio.
El químico no lo resistió y se dirigió hacia la salida con ganas de usar realmente su buzo como supositorio, y solo se vio impedido de hacerlo debido a que resultaba extremadamente grande para usarlo con la hormiga y extremadamente peligroso para su uso en el león. Chiquita (que realmente era bastante pesada) lo siguió, gritándole:
- No huyas químico, no huyas, aún puedo ayudarte a encontrar lo que buscas.
Y entonces lo condujo a un lugar que muy pocos conocían aparte de las hormigas, un lugar donde se decía se podía encontrar la sabiduría y el conocimiento completo con solo un suspiro (Nota del Autor: No se trata de ninguna Facultad), un lugar aislado, de difícil acceso en el que se encontraban un millar de hormigas sentadas y calladitas en fila.
- Aquí es - dijo la hormiga - haz tu pregunta y todas te responderán como un solo ente en comunión, ellas se encuentran en su estado más alto de concentración (Nota del Autor: Tratándose de hormigas no debería ser taaaan alto).
- Bueno - respondió el hombre, con su paciencia a punto de agotarse - es que solo deseo obtener un poco de ácido.
- ¿Ácido? - Respondieron todas las hormigas al unísono - ¿todo eso es para comer un caramelo?.
Y el Químico no resistió más, tomó con sus manos unas rocas del tamaño de un adoquín que se encontraban amontonadas cerca del lugar y comenzó a aplastar una por una a las hormiguitas. Finalmente y diciendo:
- Estos bichos que hablan me tienen podrido.
Agrupó a todas las inmóviles y pobres hormiguitas (Nota del Autor: No digo que son sus cadáveres porque se trata de un cuento para niños) y, haciendo gala de habilidades que solo un químico posee, extrajo el ácido fórmico y volvió a su hogar, feliz, con su ácido, silbando bajito y caminando por el bosque.
Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.
*La Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP se ubica en una zona de La Plata concoida como "El Bosque".